PURO TEATRO EL DÍA Carlos Pinedo es un
actor que es pura transparencia. Su rostro es una paleta
velazqueña que pinta con naturalidad, luminosidad y misterio a su
personaje. Todo el reparto, hay que decirlo, está muy conjuntado y
tocado por la gracia. Luis Miguel García, enorme, me recordó en
algunas escenas al gran José María Rodero. Cuánto poderío y cuánto
arte tiene Blanca Izquierdo, que hechiza al respetable a base de
química, intuición y amor a primera vista. Javier Bermejo ha
atrapado “el espíritu corsario” e hipnotiza con esa voz elegante,
flamígera y llena de claridad. Teresa Lázaro y Borja Semprún
consiguen que sus trabajos resulten sencillos, controlando en todo
momento la tensión y el pulso de la obra. Zorrilla, sabemos que se
fiaba de la intuición y su facultad asombrosa para versificar.
Posee una excelencia que le permite durar en el tiempo. Explota,
como es habitual en sus obras, el recurso eterno, como escribe
Francisco Rico, el del personaje que sabe más que los otros y que
por ello mismo establece con el público una complicidad frente a
los otros. La puesta en escena de Jesús Peña tiene ritmo,
sobriedad y una sutil complejidad ralentizada que se agradece. La
función da ganas de verla unas cuantas veces más, no se la
pierdan. Gran noche de teatro. TRAIDOR José
Mirasierra EL
PERIÓDICO -Extremadura- El drama,
representado con extremada exquisitez y maestría en todos sus
aspectos, nos mantuvo atentos y en tensión de principio a fin. Los
espectadores no bajamos la guardia en ningún momento, enganchados
por el desarrollo de la trama, que se iba desgranando, sin prisa,
pero sin pausa. Nos sentíamos atrapados por los acontecimientos,
que iban iluminando y aclarando nuestras mentes absortas. La
representación se realizó de forma pulcra, perfecta y asequible al
público. La dicción y actuación de todos los actores y actrices
fue inmejorable. El acompañamiento musical, adecuado y sugerente.
La decoración, justa y suficiente. La iluminación oportuna, cabal
y completa. El vestuario, perfecto y adecuado a la época de los
hechos representados. No me atrevería a destacar la actuación de
ningún actor o actriz, porque todos volaron muy alto. Si acaso,
señalaría la actuación de Aurora, junto con la de Gabriel
Espinosa, el pastelero impostor, y la de Rodrigo de Santillana,
alcalde y juez. La versificación de la obra es ejemplar: sobria,
ceñida, expresiva y brillante, colmada de rotundas sentencias y
frases definitorias, que brotan crujientes en la fértil pluma de
Zorrilla. En el drama se tratan temas tan importantes como el
conflicto de la personalidad, el poder y la corrupción, la
sensualidad y el apasionamiento de amores prohibidos. También la
política en un proceso que sería declarado ‘secreto de estado’
durante trescientos años. El final del drama resulta explosivo y
sorprendente. Terminada la representación, los aplausos de los
espectadores, que casi llenaban el graderío, fueron atronadores,
largos, cálidos y agradecidos. Fue una representación para
aprender, disfrutar, y por supuesto, admirar. CUARTETO DRAMÁTICO Fernando
Herrero Por fin, un oportuno homenaje a Zorrilla en su considerada mejor obra escénica. Este ‘Traidor' es un drama sobre temas tan importantes como el conflicto de la personalidad, el poder y la corrupción, centrado con acierto en el cuarteto dramático, la pulsión erótica y amorosa y el desequilibrio de la venganza. Los actores han trabajado el texto poético desde la naturalidad: Carlos Pinedo acierta la ambigüedad de su Gabriel; Luis Miguel García, el carácter cruel y desalmado de Rodrigo; Blanca Izquierdo, que cambia de mujer enamorada a furia vengadora; bien también el César de Javier Bermejo, como Teresa Lázaro y Borja Semprún. Sobriedad muy aplaudida por el público que llenaba el Calderón.
EL LUJO DEL OFICIO Pedro Bare Se dice que José Zorrilla (1817-1893) prefería al "Tenorio" este "Traidor, inconfeso y mártir" (1849). El grupo Teatro Corsario la adapta con el título "Traidor" al hilo del bicentenario del nacimiento del autor. Dirige Jesús Peña este drama que se desata con la desaparición del rey Sebastián de Portugal en la batalla de Alcazarquivir, al norte de África. Felipe II ve la ocasión de hacerse con el trono portugués. Morirá quien conspire contra el plan. El pastelero Gabriel llega con su hija Aurora a una posada donde algunos le reconocen como el rey Sebastián. El juez pone a punto el patíbulo prometido. A la vez, el hijo del juez se enamora, aunque teme que Aurora tenga relaciones incestuosas con su propio padre. Leyenda e historia real, tiene hechuras de thriller. Zorrilla encaja la retorcida trama en dos escenarios. Los actos I y II en una posada, el III en la cárcel con sala de tortura y mazmorras. Es teatro del XIX, con aquellos alardes sucesivos para cada intérprete. Se resuelve la pieza con dúos y diálogos, rápida, con tipos muy marcados, y adorno de alguaciles y ropillas negras que en esta versión se suprimen. Teatro Corsario sabe de versos, Lope, Calderón... En cartel está "Clásicos Cómicos", entremeses barrocos con mirada de mujer. Lo hacen muy bien otra vez, con escenas muy compuestas, estilo, gran dicción del verso, aparato austero, luz muy elaborada, música de efecto, y nítidos en la trama aunque Zorrilla se empeñó en lo contrario. Un pasaje como el del pastelero en la horca es un lujo de la actriz Blanca Izquierdo, la desgarrada Aurora al morir quien es a la vez su padre y su amante. Puro Zorrilla en su 200 cumpleaños. Buen trabajo.
"TRAIDOR": LA ERÓTICA DEL PODER Y EL
PODER DEL EROTISMO José-Miguel Vila La vallisoletana compañía Teatro Corsario, fundada en 1982 y reconocida por sus espectáculos de títeres para adultos y la puesta en escena del teatro en verso del Siglo de Oro, recala ahora en la Sala Tirso de Molina del Teatro de La Comedia dentro del Ciclo “Clásicos en Compañía”. Y lo hace con una obra del siglo XIX, ‘Traidor’ de José Zorrilla, en estupenda versión y dirección de Jesús Peña. En medio de una enrevesada trama política del siglo XVI entre los reyes de España y Portugal, y recurriendo a varios personajes –algunos de ellos históricos–, Zorrilla escribió en verso una tragedia romántica de un poder hipnótico y arrebatador en donde el erotismo de la pareja protagonista transgrede las reglas de la época. El origen de la fábula de Zorrilla está basado en una historia real, la de un pastelero de Madrigal que a finales del siglo XVI dio lugar a un proceso que sería declarado secreto de Estado durante trescientos años. Todo comienza con la desaparición en una sangrienta batalla del rey Sebastián de Portugal, una situación que el rey Felipe II de España no dudó en aprovechar para hacerse con el trono del reino vecino e instaurar una política de represión, silencio y miedo que llegó a afectar a cualquiera que se atreviera a conspirar contra el nuevo monarca. Su osadía era castigada con la tortura y podía llegar hasta la muerte. En ese paisaje de violencia y miedo, el pastelero Gabriel Espinosa y su hija Aurora llegan en secreto a Valladolid. Varias personas, sin embargo, lo identifican como el desaparecido rey portugués, por lo que es recluido en la posada en la que se aloja. A pesar de que Gabriel niega las acusaciones, el juez prepara el patíbulo mientras su hijo se enamora de la joven Aurora y se muestra perplejo ante lo que, a primera vista, parece una relación incestuosa entre los detenidos... El trabajo de dicción del verso y de interpretación del elenco es muy homogéneo y dota de toda credibilidad a sus personajes. Carlos Pinedo es Gabriel Espinosa; Blanca Izquierdo, la joven Aurora; Luis Miguel García, el Juez de Valladolid; Víctor Cerezo, su hijo, el Capitán; Teresa Lázaro es Burgoa, la Posadera, y Borja Semprún, el Marqués portugués. Juntos, y a las órdenes de Jesús Peña, levantan un espectáculo lleno de fuerza, de intriga y de pasión que mantiene al espectador atado a la butaca y conteniendo la respiración. En una sencilla escenografía (unas cuantas sillas que, movidas por los propios actores, van configurando los distintos espacios donde se desarrolla la acción), diseñada también por Jesús Peña, y con una sugerente iluminación de Luis Perdiguero, un vestuario romántico diseñado por María de Melo y con música original de Juan Carlos Martín, el espectador transita por una fascinante senda de tintes policíacos del Siglo de Oro, pero trasladados al XIX con un poder de atracción y un frenesí crecientes. La propuesta es tan interesante como deliciosa.
LA DRAMATURGIA ROMÁNTICA SE ACERCA AL TEATRO DE LA COMEDIA DE LA MANO DE CORSARIO Y SU "TRAIDOR" José Luis García
Subías
Ganas teníamos de ver en la sede
de nuestra Compañía Nacional de Teatro Clásico uno de nuestros
clásicos
dramáticos decimonónicos. Digo mal; no solo en la sede de la
CNTC, sino en
cualquier otro espacio de la dilatada red de teatros públicos y
privados que
existen en España. Pero si este acontecimiento se produce en
el Teatro de
la Comedia, no podemos menos que felicitarnos. Desde el polémico
estreno
del Don Juan Tenorio dirigido por Blanca Portillo hace
ya más de
cuatro años (el único drama romántico español llevado a la
escena por la
Compañía Nacional de Teatro Clásico, bien que en varias
ocasiones), el nombre
de José Zorrilla no había vuelto a aparecer en ninguna
programación
de la CNTC (si exceptuamos su incorporación al espectáculo
dramático La
voz de nuestros clásicos). Este largo silencio ha sido roto con
el estreno de
uno de los dramas más conocidos e importantes del dramaturgo
vallisoletano,
aquel por el que Zorrilla sintió siempre mayor aprecio y del que
se mostró más
orgulloso: Traidor, inconfeso y mártir. Con el título abreviado
de Traidor,
el drama presentando estos días en Madrid por la compañía Teatro
Corsario fue estrenado el 7 de octubre de 2017 en el Teatro
Calderón de
Valladolid; y tras su exitoso paso por los festivales de teatro
clásico de
Cáceres y Olmedo, ha podido verse en el Teatro de la Comedia,
del pasado 11 al
14 de abril. Jesús Peña es el adaptador
del texto y director de este montaje, caracterizado
estéticamente por
una sobriedad escenográfica (obra del mismo Peña) que
hace recaer la
atención sobre los actores y su palabra. Esta misma sobriedad se
percibe en el
empleo de un mínimo atrezo, apenas consistente en unas
humildes sillas y
una mesa de madera, en la primera parte de la acción (situada en
una posada de
Valladolid), y otras tales, en el último acto, de más vistoso
aspecto, que nos
sitúan en la sala de juicio de la cárcel de Medina del Campo. Este drama en tres actos y en
verso, de 1849, nos traslada a finales del siglo XVI, en tiempos
del rey Felipe
II, monarca entonces también de Portugal, para recrear una
ficticia y
truculenta historia, de fuerte gusto romántico, construida a
partir de la
leyenda de Gabriel Espinosa, pastelero de Madrigal, quien,
acusado de hacerse
pasar por el fallecido rey Sebastián de Portugal y encabezar la
rebelión contra
el monarca español, fue sentenciado a morir por este. El conflicto político del texto y
el permanente misterio que rodea a Espinosa, cuyas formas y
altivez son más
propias de un rey que de un pechero, avanzan de forma paralela a
la contenida relación amorosa entre Gabriel y su ahijada,
Aurora, cuya
pasión entre ambos, sin llegar a ser incestuosa, resulta poco
ortodoxa en aquel
tiempo (incluso en esa época romántica en la que el director
ambienta la obra,
manifestada en el vestuario, en una elección bastante acertada
en nuestra
opinión que, a pesar de su anacronismo, no estorba al desarrollo
del conflicto
y aporta, en cambio, una estética y un tono al conjunto que nos
resultan muy
apropiados). Pero la acción se complica aún más al intervenir en
esta el amor
que siente por Aurora el capitán don César de Santillana
(correspondido por un
amor filial que solo más tarde comprenderemos), hijo de don
Rodrigo de
Santillana, el alcalde de casa y corte que persigue a Gabriel y
lo conducirá
finalmente al cadalso. Una anagnórisis fatídica, propia de la
dramaturgia que
este texto representa, añadirá un punto aún mayor de dramatismo
a una historia
construida como una truculenta trama policiaca que mantienen en
todo momento el
interés por cuanto sucede en escena y la resolución de los
conflictos
planteados. Muy acertada nos pareció la
ambientación musical de Juan Carlos Martín, que acompañó el
decurso de la
acción realzando las partes que así lo requerían, al igual que
la iluminación,
a cargo de Luis Perdiguero. Como señalábamos, toda la
puesta en escena
planteada por Jesús Peña tiende a enfatizar el valor
de la historia
misma y los sonoros versos de Zorrilla, centrando el interés
escénico en la
interpretación de los seis actores que componen el
reparto: Carlos Pinedo, Luis
Miguel García, Blanca Izquierdo, Víctor Cerezo, Teresa Lázaro y
Borja Semprún. Permítasenos destacar
especialmente
el tándem formado por los dos protagonistas del drama, que
encarnaron con
absoluta propiedad al héroe y la heroína arquetípicos del drama
romántico: la
digna contención del personaje creado por Carlos Pinedo,
que hizo un
Gabriel Espinosa creíble y lleno de fuerza; y la dulzura de una
Aurora
interpretada por Blanca Izquierdo que, en una última
escena de
elevada intensidad dramática, vertió en sus palabras y su gesto
el desgarro
pasional, el profundo dolor y el tormento de quien
contempla impotente la
muerte de su amado. Aplaudimos la iniciativa de Teatro
Corsario al
defender sobre las tablas el valor de la dramaturgia romántica,
y animamos
(también, y especialmente, a la Compañía Nacional de Teatro
Clásico) a
ahondar por esta senda tan poco hollada en la escena
contemporánea. Digno
homenaje de una compañía vallisoletana y de las instituciones
que impulsaron
tal proyecto a la figura y la obra de un autor que no solo ha
dignificado con
su legado la ciudad que lo vio nacer sino a la historia misma
del teatro español.
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